El
taser de la polémica
¿Qué pasa cuando las "armas no
letales" pueden causar la muerte?
El uso de las tasers está en boga. Según su
fabricante, más de 5 mil organismos de seguridad en Estados Unidos
y Canadá las han adquirido por considerarlas una alternativa al uso de
armas de fuego, y mucho más efectivas que otras "armas no letales"
como podrían ser rolos, peinillas y sustancias tóxicas.
El problema con los taser radica en su propia virtud. ¿Están todos los seres humanos capacitados para recibir una
descarga de 50 mil voltios durante 5 segundos sin perder la vida?
Amnistía Internacional ha advertido que el registro de muertes no
deseadas en casos en los que han intervenido estas pistolas está en
crecimiento.
Mientras las autoridades definen un criterio sobre estos artefactos su
fabricante, Taser International, llena las arcas
Un nuevo tipo de armamento está siendo incorporado cada vez con mayor
frecuencia al equipamiento de las policías preventivas. Se trata de
las pistolas eléctricas o “tasers” (según su nomenclatura inglesa).
En torno a esta arma se ha generado una polémica, que ha llegado hasta
las organizaciones internacionales de defensa de los derechos humanos.
El fabricante de la pistola, Taser International, aseguró en su
página oficial que este es un nuevo modelo de “artefacto no letal”,
ideado por Jack Cover y comercializado mediante patente por los
hermanos Rick y Tom Smith.
En 1994 el buró de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego de Estados Unidos
(conocido por su acrónimo ATF) certificó que la primera versión de
esta pistola no era un arma de fuego.
Es, en fin de cuentas, una pistola de aire.
Durante los primeros diez años en el mercado, Taser International ha
reconocido la venta total de más de 100 mil unidades del artefacto,
cuyo costo promedio es de 1.800 dólares.
Un reportaje publicado en el portal Terra.com explicó el mecanismo de
funcionamiento de las tasers: la fuente de poder viene dada por una
pila de 26 vatios, que alimenta tanto al mecanismo de inducción
eléctrica como a la mira láser incorporada en el diseño.
Cuando el usuario escoge a su objetivo, acciona el gatillo y libera a
dos pequeños arpones unidos al cuerpo del arma mediante hilos
electroconductores. Los proyectiles viajan a una velocidad de 190
kilómetros por hora y tienen un alcance de 6,5 metros.
Una vez alcanzado el objetivo, la Taser envía por los cables una
descarga de 50 mil voltios durante un máximo de 5 segundos.
Esto supuestamente ocasiona la pérdida de control muscular en el
cuerpo de la persona que fue apuntada, y en consecuencia su caída
unida a un breve estado de atolondramiento.
Debido a estas características, se cree que estas pistolas eléctricas
pueden ser utilizadas en labores de policía preventiva, seguridad
privada, control de adolescentes violentos y control del orden en las
instalaciones penitenciarias.
La polémica ha surgido luego de la divulgación de un informe de
Amnistía Internacional. Según el texto, los artefactos
eléctricos han sido causantes directos o indirectos de la muerte de
más de 70 personas en Estados Unidos y en Canadá.
"Las pistolas Taser han sido utilizadas por agentes de policía contra
escolares indisciplinados, personas desarmadas que tenían perturbadas
las facultades mentales o estaban drogadas, sospechosos que huían del
lugar en que se había cometido un delito menor e individuos que
discutían con la policía o que no cumplían inmediatamente sus
órdenes", señaló el informe divulgado por la organización.
Al profundizar en la información, Amnistía Internacional aclaró que
solamente se pudo comprobar desde el punto de vista forense la
incidencia del uso de estas pistolas en cinco casos fatales. Esto
implica que en los demás el efecto de la descarga eléctrica se vio
incrementado en forma no deseada por factores intervinientes tales
como cardiopatías y uso previo de drogas por parte del objetivo.
Esto coloca definitivamente a las tasers en el plano de las armas no
letales. Como ciertos objetos contundentes o punzantes, deben ser
utilizadas con prudencia y destreza para lograr el fin para el cual
fueron diseñadas: anular a individuos que muestran una conducta
violenta, pero que no representan un peligro evidente de muerte para
el funcionario de seguridad.
El abuso en la utilización de estas pistolas es a todas luces
reprochable. La organización pro derechos humanos señaló que los
portadores del arma acuden a ella con demasiada facilidad, acaso
conscientes de que la descarga de 50 mil voltios anulará al oponente
sin matarlo.
Pero en el caso de los agentes policiales está claro
que antes de disparar esta pistola hay que cumplir con una serie de
pasos previos, los cuales deben ser debidamente reglamentados.
En este proceso usualmente se intenta una negociación
verbal con la persona violenta, posteriormente se le muestra las armas
(entre ellas la pistola eléctrica) y se le indica que de no deponer su
actitud será necesario utilizarla contra él.
Sólo después de esto se podrá desenfundar la Taser y dispararla.
¿Es mayor el riesgo de muerte al recibir una descarga de 50 mil
voltios que al recibir el impacto de otras clases de proyectiles no
letales?
La respuesta pareciera ser afirmativa.
No obstante, la propia Amnistía Internacional reconoció que no hay un
estudio independiente que certifique esta apreciación.
Frente a esta “duda razonable”, y tomando en cuenta el hecho de que
las pistolas eléctricas tienen un auge aparentemente incontenible, la
alternativa más pragmática pareciera ser la imposición de
restricciones a su uso.
La primera debería ser que el vendedor exija certificados de
suficiencia, en cuanto a destreza e integridad psicológica, a aquellas
personas a las que va a entregar el arma.
La pistola Taser podría convertirse en una alternativa a
la posesión de otras armas -esas sí letales- cuyo uso indiscriminado
ha originado tantas tragedias en el medio doméstico.
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