Los riesgos de
cenar copiosamente
Cenar en forma abundante no sólo aumenta la
tendencia a subir de peso sino también el riesgo coronario
Por Nora Bär
Un antiguo refrán aconseja que, para conservar la salud, "hay que
desayunar como un rey, almorzar como un príncipe y cenar como un
mendigo".
Un trabajo de la Sociedad Argentina de Nutrición (SAN), que se
presenta hoy en el XV congreso de la especialidad, en un hotel con
vista al mar, corrobora que las abuelas estaban en lo cierto: los que
hacen de la cena su comida más importante tienen más tendencia a
engordar que aquellos que reparten el consumo calórico en raciones más
parejas. Además, tienen más cintura y, por ende, más riesgo coronario.
"Cuando analizamos los resultados, nos llamó mucho la atención la
correlación altamente significativa que había entre el perímetro de la
cintura y lo que se declaraba como comida principal", comenta el
doctor Daniel De Girolami, presidente de la SAN y uno de los autores
del estudio.
Es preciso distribuir la alimentación en forma homogénea a lo largo
del día porque las sobrecargas calóricas multiplican los riesgos.
Repartir la alimentación en varias comidas pequeñas en lugar de
realizar pocas y abundantes ofrece beneficios para el control de la
glucosa sanguínea, los lípidos y la acumulación de grasas que se
conocen desde hace 60 años, aunque los mecanismos que lo explican no
se comprenden bien.
Por ejemplo, se sabe que la omisión del desayuno altera las
concentraciones de grasas en ayunas y la sensibilidad posprandial a la
insulina. En un estudio reciente se encontró que quienes omitían el
desayuno tenían 4,5 veces más riesgo de ser obesos que aquellos que lo
consumían regularmente.
También se observó un incremento en el riesgo de obesidad en los
individuos que realizaban la cena o el desayuno habitualmente fuera de
sus casas.
Con respecto a la frecuencia de comidas, los sujetos que reportaron
cuatro o más por día experimentaron un 33% menos de riesgo de
sobrepeso.
"Si la comida importante es el desayuno, uno tiene más probabilidades
de quemar esas calorías durante el día -explica el especialista-. El
horario en que uno se sienta a la mesa influye no por el horario en
sí, sino por la actividad posterior.
Cuanto menos se sobrecarga el organismo, más desahogada es la
situación metabólica. Uno de los factores que influyen es el aumento
de los niveles de glucosa e insulina en sangre que se producen después
de las comidas (hiperglucemia e hiperinsulinemia posprandial).
Si uno camina o tiene otras actividades después
de comer, buena parte de esa glucemia se consume.
En cambio si se va a dormir, tiene un gasto metabólico más bajo,
entonces esa glucemia posprandial favorece la formación de depósitos
de grasa. Cuando se llega a un punto de exacerbación, en personas que
tienen antecedentes familiares de diabetes, obesidad visceral o
abdominal, y sedentarismo importante, ese proceso desemboca en el
síndrome metabólico."
Y concluye: "No es el horario lo que hace que lo que uno come de
noche engorde más que lo que come de día, sino la actividad posterior
a la comida."
Tomado del sitio
Web de Clarín,
www.clarin.com
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