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La conducta moral de todos los días

Pequeños robos: Cómo se protegen los grandes hoteles de los "ladrones de recuerdos"

Por Katie Hafner

 



Hasta los ciudadanos más probos, al parecer, pueden hallar justificación para cierta cantidad de pequeños robos. ¿Mal servicio en un restaurante caro? Guárdese uno de sus lindos tenedores. ¿Sueña con conservar un recuerdo de ese hermoso café vienés? Llévese una servilleta de hilo. ¿Los precios del hotel son excesivos? Quédese con la alfombrita de baño con monograma.

Los hoteles libran una guerra constante contra la desaparición de objetos. Una investigación realizada por Harris Interactive, reveló que el 61 por ciento de los entrevistados confesaba haber tomado productos de tocador y casi el 20 por ciento se había llevado o pensado en llevárselos de un carrito de mantenimiento sin vigilancia. El 18 por ciento dijo haber robado toallas y el 14 por ciento, ceniceros.

Sin embargo, es difícil comprender por qué personas de buen nivel económico suelen dejar salir su ladrón interior en los hoteles, los restaurantes, los cruceros y los aviones.

Benoit Monin, profesor adjunto de psicología de la Universidad de Stanford, señaló que se ha prestado mucha atención a las "fallas morales importantes", y muy poca a la conducta moral de todos los días, que a él le resulta igualmente interesante. Monin sostiene que hay enormes variaciones. "Yo podría pensar que el huésped de un hotel es inmoral por robar una bata de baño, pero a él pueden resultarle inmorales mis hábitos de bebida."

David Armor, profesor de psicología de la Universidad de Yale, dijo que podría haber una especie de miopía por la que una persona considera que sus hurtos son incidentes aislados. Monin también supone que hay en la gente "cierto deseo de vivir algún tipo de emoción."

Los restaurantes, en especial los de lujo, son blancos constantes de los "ladrones de recuerdos". Pero pocos están dispuestos a perseguir a sus clientes. La mayoría incluye el gasto en sus precios. Michael Weltz, dueño del Park East Grill de Manhattan, ha visto desaparecer muchas cosas: dispensers de jabón del baño, botellas de bebidas alcohólicas y los eternos favoritos, los saleros y pimenteros. Pero la gente también se guarda paneras de hierro trabajado en sus bolsos.

Los hoteles han emprendido una variedad de esfuerzos para evitar que los huéspedes se lleven objetos, aunque dan por hecho que habrá cierto grado de raterismo. En el "Shutters on the Beach", un costoso hotel de Santa Mónica, California, el hotel siempre incluyó como parte de la decoración de sus cuartos objetos tentadores: antigüedades chinas, libros, cubrecamas de algodón y una irresistible ballena de goma en la bañadera. El hotel incluye parte del costo de esos productos en sus costos operativos. Y coloca un catálogo de precios en cada habitación para que los clientes compren lo que les gustan.

Robin Urbanski, vocera de United Airlines, dijo que todo puede tornarse muy incómodo cuando los pasajeros bajan del avión envueltos en una frazada de la empresa. "No hay nada que podamos hacer cuando ocurre eso."

 

 

 

(*) Por Katie Hafner, de The New York Times, especial para Clarin, de cuyo sitio Web www.clarin.com.ar lo tomamos. ¡Gracias!

 

 

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