Los ejércitos de la noche
La "seguridad" en muchas discotecas está a cargo de
matones que pueden poner en serio riesgo a nuestros hijos
Por Ignacio Camacho
Cada noche de viernes y de sábado, cientos de miles de padres españoles se
acuestan con el corazón en un puño porque sus hijos han salido de copas.
Es una angustia amarga e insomne, una zozobra de sobresalto presentido que
sólo alivia el ruido del ascensor nocturno y esa puerta que se abre con
sigilo en la alta madrugada. Les preocupa que agarren una borrachera en el
botellón, que tengan un accidente de moto, que los atraquen las bandas
juveniles, que se mezclen en una reyerta, que puedan consumir drogas,
practicar sexo inseguro o tomarse por su cuenta la píldora del día después.
Lo que casi ninguno sospechaba hasta ahora es que también existe un
factor de riesgo en las puertas de ciertas discotecas, donde acechan el
matonismo y la violencia disfrazados con el traje negro de una prepotencia
arbitraria, discriminatoria y salvaje.
Una legión de falsos arcángeles custodios vigila el acceso a los templos de
la noche como si estuviesen guardando la entrada del paraíso. Muchos de
estos dóbermans con pinganillo son sólo currantes cachas, armarios de
gimnasio que sobreactúan de tipos duros y se complacen en el poder de una
autoridad prestada, pero a otros los reclutan entre lo mejor de cada casa:
hay por ahí hasta antiguos milicianos de los Balcanes. Aunque su
teórica misión consiste en preservar el ambiente del local para que no se
cuelen elementos susceptibles de alborotarlo, la mayoría se limita a
establecer filtros estéticos o sociales, cuando no abiertamente racistas.
Las broncas son frecuentes porque el resbaladizo derecho de admisión se
ejerce de forma prejuiciosa, antojadiza y violenta. Por lo general la
cosa no suele pasar de unos empujones más o menos expeditivos, pero como la
atmósfera noctámbula se está volviendo más turbia empiezan a abundar los
ensañamientos y las palizas.
Esta tropa de cancerberos de mirada metálica, que no son precisamente los
ejércitos de la noche que describió Norman Mailer, flota en una burbuja
legal de desregulación, cuya responsabilidad afecta a autoridades y
empresarios. Las primeras porque se han olvidado de fijar normas, y los
segundos porque entregan sus llaves a mercenarios sin hacer demasiadas
preguntas. Nadie pide que contraten a filántropos ni a humanistas, pero sí
que controlen un poco al gorilamen. Lo paradójico del caso es que de una
disco se puede salir borracho o drogado, pero no se puede entrar con
zapatillas.
Ciertos locales se han creado una aureola de santuarios del éxito, del ligue
o de la belleza, y han convertido el acceso en una competición de primacía
social: sólo pueden pasar los ricos, los guapos y los famosos. El problema
es que han subcontratado la tutela de ese exclusivismo tan selecto a un
puñado de matones cada vez más crecidos que se complacen en la humillación
de los débiles.
Ha tenido que morir apaleado en Madrid un muchacho, que ni siquiera es la
primera víctima, para que se abra un debate de intenso impacto social que,
como casi todo lo que sucede en el mundo nocturno, permanecía subterráneo
para el conocimiento de la mayoría. Más desvelo para esas familias que
sólo pueden dormir cuando los pasos quedos de sus chavales completan el
recuento desasosegado de cada fin de semana.
N.E.: El tema de la "seguridad"
en los locales bailables nocturnos es una preocupación en todos nuestros
países latinoamericanos. La presencia de estos "armarios de gimnasio" no es
exclusiva de España, y en todas partes se han producido muertes por la
actuación innecesariamente violenta de estos matones. Lo más preocupante es
que, pese a que en muchos países ya hay legislación específica al
respecto, la misma parece muy dificil de hacer cumplir. La falta de control
continúa, y siguen muriendo jóvenes innecesariamente.
Hemos
tomado este artículo del excelente sitio web de Belt,
www.belt.es
. Su autor es Ignacio Camacho, y la fuente
original es www.abc.es . Gracias a todos!
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https://www.forodeseguridad.com/artic/miscel/6078.htm