Sensación de
inseguridad
La sensación de inseguridad es
tan dañina como la inseguridad misma
Por Fabiola Czubaj
¿Cuántas veces mira a un
lado y a otro de la calle antes de abrir la reja que separa su casa
del mundo? ¿Reemplazó el anillo que solía usar, o evita ir a lugares
que frecuentaba?
Es muy probable que sus hábitos hayan cambiado en los últimos tiempos,
haya o no sufrido o presenciado un hecho violento. Es que la sensación
de inseguridad no necesita de las estadísticas delictivas para afectar
el bienestar mental de la población, al provocarle ansiedad,
aislamiento, fobia social, pánico y hasta delirio de persecución.
"La inseguridad conlleva desconfianza y defensa paranoides, es decir,
la necesidad de vivir permanentemente en un estado de alerta que
impide distenderse un minuto por la sensación de que algo atacará.
Pero como eso es muy difícil de sobrellevar, la reacción inmediata es
negarlo y decir que a uno no le va a pasar, ya que es imposible
circular sin defensa en una situación general de riesgo", dijo la
doctora Lía Ricón, profesora de Salud Mental de la Universidad de
Buenos Aires y de la Universidad Favaloro.
Inconscientemente, en el camino la población va dejando su felicidad,
su capacidad creativa, su interacción social y su productividad.
"Hay una especie de acostumbramiento y resignación: la realidad es así
y tengo que vivirla de esa manera -agregó Ricón-. Lo más grave es que
en el mediano y largo plazo aparecen los sentimientos de depresión y
desgano."
Según el Instituto Latinoamericano de Seguridad Pública (Inlasep), la
sensación de inseguridad en nuestro país reapareció con fuerza en el
invierno de 2006. Ese año, el sondeo local del Centro de Estudios para
la Convergencia Ciudadana halló que el 89% sentía temor de ser víctima
de un delito, contra el 77% en 2005.
Un estudio del Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad de
México (Icesi) demostró que por cada persona que sufre un delito, 25
creen que van a ser víctimas de la inseguridad y dejan de hacer sus
actividades habituales.
"El problema es cuál es el límite tolerable antes de que la población
o parte de ella quede inmersa en una cultura de la violencia y
comience a considerar lo patológico como normal", sostuvo el doctor
Ricardo Petrissans, presidente del Inlasep. Según el Icesi, la
sensación de inseguridad no se contrarresta negándola, sino mediante
la lucha contra el delito y el miedo que genera.
Condición necesaria
En el último número del Boletín de la Organización Mundial de la
Salud, un artículo confirma la importancia sanitaria de convivir con
la tan denostada sensación de inseguridad.
"La seguridad es una condición previa de la salud y la inseguridad es
mala para ella -escribe el doctor Robin Coupland, consejero del Comité
Internacional de la Cruz Roja-.
Nuestra seguridad y la inseguridad de los demás son cuestiones que
despiertan mucho interés porque están relacionadas con nuestro propio
bienestar físico, mental y social."
Para que la sensación de inseguridad aparezca, debe existir miedo de
enfrentar un peligro imposible de prever y percibirse desprotegido
ante delitos más violentos. "La ansiedad persistente genera una
angustia que, no tratada, se puede convertir en angustia pánica, lo
que amenaza con desintegrar al yo que nos permite interactuar con los
otros.
El descreimiento en las instituciones, como la justicia, la educación
o la salud pública, refuerzan esa sensación de inseguridad", dijo el
psicólogo Sergio Sáliche, director de la Red Asistencial de Buenos
Aires (Redba).
En su guardia telefónica de orientación gratuita (011 4382-2280 o
4382-4724), la Redba recibe consultas sobre fobias o ataques de pánico
originados en esa percepción de inseguridad.
"El pánico genera una invasión de sensaciones displacenteras que se
apodera del cuerpo y provoca una tormenta psicofisiológica que oculta
una situación de desamparo, ya que no hay forma de protegerse de lo
desconocido y el otro no puede ayudar", agregó.
Para quien sufre un ataque de pánico, no
existe ningún lugar que le dé seguridad. "Sentirse desprotegido -dijo
Sáliche- hace crecer la angustia a niveles insoportables, lo que gesta
el presentimiento de que algo catastrófico va a suceder, pero que no
se puede ubicar en tiempo ni en espacio."
Para reducir ese estado de alerta permanente y recuperar algo de
tranquilidad, Ricón recomienda tomar conciencia de la situación para
no seguir perdiendo energía inútilmente: "Si está dentro de una casa o
un ambiente protegido, hay que detener el estado de alerta, tratar de
relajarse e intentar disfrutar del entorno".
Fabiola
Czubaj pertenece a “La Nacion”, de cuyo sitio web www.lanacion,com.ar
tomamos esta nota. Gracias!